La dominación y sumisión es un arte que enmarca la posibilidad de vivir las fantasías más instintivas, paganas, oscuras y carnales sin remordimientos. Es la posibilidad de sentir placer de formas insospechadas, haciendo que cada sentido sea usado en pro de mojar y endurecer la vagina y el pene, pero más que eso: “Estimular la mente, a tal nivel que el placer llegue a cada centímetro de tu cuerpo, especialmente a tu cerebro”

En este mundo el pecado, lo impuro e inmoral puede volverse el mejor detonante sexual de una relación, el bdsm abre las cartas a encontrar personas en las que realmente depositas tus deseos mejor guardados y haces de estos una explosión de placer y libertad.

Contrario a lo que la mayor parte de las personas puede creer, cuando una sumisa se entrega a mí, trato de cuidar su cuerpo pero sobre todo su mente, ya que me entrega un gran tesoro “su confianza absoluta” en pro de mis deseos y sus deseos que se ven envueltos cientos de juegos que tienen como único fin el placer real y liberar esos deseos reprimidos que todos llevamos sin ninguna clase de juzgamiento, todo lo contrario.

En mi papel dominante debo convertirme en el promotor y protector de su cuerpo, mente y deseos, incluso cuando ella misma no es consciente de ellos. Y deberé tener la fuerza adecuada para castigarla si su conducta lo requiere, pero sobre todo la capacidad de hacer florecer sus deseos más pecaminosos para hacer de ellos la herramienta adecuada que articulara nuestra relación.

Usar la fuerza, palabras sucias y hacer actos envueltos en lujuria que rompen las líneas del “pecado” son placeres que casi cualquier persona podría encontrar, pero solo una sumisa y un dominante se han atrevido a disfrutarlos  

Hace más de dos años no tengo una relación con una mujer sumisa y es por eso que escribo por este medio para encontrar nuevamente la mujer adecuada que me facilite revivir este hermoso mundo